miércoles, 30 de junio de 2010

Despertares

Fue un jueves cuando la Selección Mexicana de Futbol le ganó a Francia en el Mundial. Segundo partido del torneo, un pie en la siguiente fase. A las cuatro de la tarde, ya pasada la euforia, México transcurría con total calma, como si se hubieran borrado todos los problemas que le aquejan a diario. Los medios de comunicación vieron disminuida la información de otra índole que no fuera fútbol y el triunfo de México que en realidad, no garantizaba otra cosa más que la esperanza de desempeñar un papel relevante en la competencia. 

El sentimiento de tranquilidad no duró demasiado. No sólo por las próximas derrotas del equipo, sino por los sucesos que nos hicieron volver a poner los pies en la tierra y dejar de soñar. Volvimos al México en el que la sangre corre todos los días, el México en el que se acusa al Ejército de matar víctimas inocentes, incluidos niños; donde la gente está perdiendo sus libertades de a poco pero constantemente, donde el poder del narco es tal que a una semana de las elecciones estatales, mata candidatos a gobernador. 

Una periodista, corresponsal para cadenas internacionales de noticias en México, me comentó que todas las semanas debe actualizar el "ejecutómetro" o lo que es lo mismo, mandar una nota al mundo de los muertos en México por la lucha contra el crimen organizado. 20,mil, 22 mil, 25 mil. Lo mismo me dice mi novio, que trabaja para una agencia internacional, ejecutados (en plural), nota. Uno solo ya no vale la pena. 

Una amiga mía que estudia en Australia no deja de pensar en lo inseguro que se ha vuelto México. Una y otra vez tiene que explicar a sus compañeros de distintas nacionalidades que México no está tan mal, que donde ella vive no pasan esas cosas. Dificil de entender cuando la única información que se lee sobre México del otro lado del mundo es la violencia, la muerte, el narcotráfico, la inseguridad. Difícil hacer entender a sus compañeros cuando el rector de su universidad, dos días después del asesinato de los estudiantes del Tec de Monterrey, ordenara regresar a todos los alumnos de intercambio que estuvieran en cualquier parte de México.  

En esa misma plática con la chica que estudia en Australia, otra amiga, casi al borde de la desesperación, nos dijo que ya no quería vivir en México, pues tiene casos muy cercanos de personas encarceladas injustamente y torturadas en el Reclusorio Oriente. Esa experiencia la ha hecho tener un miedo casi incomprensible por la autoridad, y digo casi incomprensible porque muchos sabemos que en este país, la justicia sólo beneficia a los poderosos.

Entonces me vinieron a la mente esas entrevistas que hice a Teresa y Alberta, las mujeres indígenas presas por cuatro años, acusadas de secuestrar AFIs; la conversación que tuve con Ediño, un hondureño indocumentado acusado injustamente de pertenecer a los Zetas; a la madre del abogado Héctor Galindo, condenado a más de 60 años de prisión por defender a la gente de San Salvador Atenco -y que hoy, fue liberado por la Suprema Corte. 

La salida fácil de la ciudadanía: tratar de no meterse en problemas para no terminar enfrentando a un juez y si acaso se está en esa situación, buscar una "palanca". Hacerse de oídos sordos cuando se denuncia tortura para sacar confesiones y argumentar que a los delincuentes no se les puede interrogar de manera sensata. En otras palabras, avalar todo este sistema que nos tiene sumidos en la podredumbre. 

La liberación de los persos políticos de Atenco es quizás, un respiro similar, guardando toda proporción, con al triunfo de México sobre Francia. 

Mañana o pasado, nos volveremos a caer de la cama.

1 comentario:

  1. Últimamente, Sil, he pensado mucho en esto que escribes. No sé si es porque estoy lejos y sólo veo esa información mala que cuentas, pero me he hecho mucho más sensible a la violencia, a la corrupción, al narco. Y eso también me da fuerza. Ya tengo ganas de escribir sobre eso, unas ganas que no me conocía...

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