jueves, 11 de noviembre de 2010

Brighton

Llegué a Londres el 22 de septiembre. Era miércoles por la tarde. Me recibió mi amiga Ceci, a quien conocí en el periódico un año atrás, cuando cubríamos la epidemia de influenza, ella desde el punto de vista científico, yo desde la perspectiva de la política sanitaria. Entre las discusiones de cuán confusos eran los datos oficiales del virus AH1N1, nos enteramos que las dos queríamos venir al Reino Unido a estudiar una maestría. Ella lo logró primero.

En septiembre de 2009 fui a despedir a Ceci a casa de su hermano. Ese día me dijo que estaba segura de que nos veríamos en Londres... Y dicho y hecho, un año después, ella fue mi primer contacto con los ingleses, con Europa.

Estuve cuatro días con Ceci, que aproveché para visitar el Museo Británico, el Victoria and Albert Museum y los Kew Gardens, unos jardines botánicos que están al sur de Londres. Mientras estaba en su casa en Battersea, Rodolfo me escribió un email que decía que su visa había sido autorizada. En ese momento sentí que nada me faltaba y que todo iba saliendo como lo había(mos) planeado desde hace mucho tiempo. 

El domingo viajé a Brighton, la ciudad que será mi hogar durante todo un año. Tenía una semana reservada en un hostal, donde me hospedaría mientras buscaba casa y empezaba mi curso propedéutico en la Universidad de Sussex. Tomé el tren con mis dos maletotas desde London Victoria. Brighton me recibió lloviendo. 

La llovizna y los 50 kilos que venía cargando me hicieron tomar un taxi al hostal, que apenas estaba a unas cuadras. Desde entonces no he vuelto a tomar uno. A todos lados puedo ir caminando, menos a la Uni o a The Argus (el periódico local), a donde voy en camión, o como diría Patricia, mi flatmate gallega, en autobús, porque en España llaman "camiones" a los que llevan carga, no a los que transportan gente.

La gente del Kipps Hostel resultó ser muy amable y hospitalaria. Salvo el dueño, todos los trabajadores eran extranjeros (Canadá, Holanda, Francia...). Los blogs lo referían como el mejor de Brighton. Lo que lo hace diferente a otros hostales es que recrea una atmósfera amigable y hogareña, el staff convive con los huéspedes y -lo mejor de todo- siempre hay algo gratis: pasta los martes, café todo el tiempo y de vez en cuando, una cerveza.   

Rodolfo llegó el jueves. Fui a recogerlo a la estación del tren y a diferencia de mi llegada, regresamos al hostal caminando, yo cargando una de sus pesadas maletas que traía desde Londres, donde un guardia de seguridad le rompió la otra, la de rueditas, después de preguntarle de dónde venía. Respnder "México" ameritó romper el cierre.

El mismo día que recibí a Rodolfo en Brighton, mi hermana llegó a Londres. Venía de Tokyo, y antes de eso estuvo en Shanghai. Aprovechó para pasar conmigo el fin de semana en Londres. Hablamos mucho, sobre todo de sus experiencias  por China y Japón, y prometimos volver a vernos en enero.



Pocos días antes de la llegada de mi hermana, Patricia, la chica gallega que hasta entonces desconocía, me envió un email. Había leído el anuncio que había puesto en Gumtree, de que mi novio y yo, estudiantes mexicanos, buscábamos casa en el centro de Brighton. Ella estaba por mudarse a un piso cuyo dueño era un español, Arsenio, que le daba un buen descuento por rentar ahí. El décimo y último piso del edificio estaba en remodelación, pero nos pareció que la zona era buena, el precio accesible y la vista, maravillosa.



Luego de vivir en el caótico DF durante casi toda mi vida, ahora estoy acá, en una ciudad de 156 mil personas, a una hora de Londres, junto al mar helado. Me he encontrado con una ciudad con mucha gente joven (10 por ciento de la población es estudiante), que cautiva a artistas de Inglaterra y otras partes de Europa para exponer y vender su arte. Acá se encuentra ropa vintage por las pequeñas calles del centro, hay tiendas de antigüeades por doquier y la gente anda en bicicleta. Cuando hay sol, la gente acostumbra ir a la playa empedrada a hacer su barbecue. Uno que otro se echa al mar.

 Apenas estamos haciéndonos de nuestros espacios. Y ya encontramos uno. Todos los domingos en un pub cercano tocan reggae. Lo mejor de todo es el DJ, un señor hippie de más de 60 años -tengo que entrevistarlo algún día- que disfruta el género como su tuviera 20.
Every little thing is gonna be alright...


2 comentarios:

  1. Sí, todo saldrá bien porque no puede ser de otra forma. Disfrútalo mucho, espero verte en marzo. ¡Te quiero y te extraño!

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  2. Siiiil!!!! Lo repetiré tú, Doc y Dianita son mis modelos a seguir (role model dirían los gringos). Admirables y se lo merecen. Sobra decir que disfruten toda su instancia y cada momento.
    Un abrazo para los dos.

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