miércoles, 25 de noviembre de 2009

Atemporalidades


Hace como dos meses me puse un piercing en la nariz. Desde hace mucho tiempo pensaba que se me vería bien. Me veía en el espejo y examinaba el punto exacto -o la peca exacta- donde tendría que estar el brillo metálico. No es el primer piercing que me hago. Cuando inicié la universidad me hice uno en el ombligo -que aún conservo- lo que provocó que mi mamá me dejara de hablar por algunos días y amenazara todo el tiempo con quitármelo, sin llegar a ser un verdadero riesgo.

Un sábado fui a Dermofilia, un establecimiento donde hacen piercings y tatuajes en Coyoacán, sobre Miguel Ángel de Quevedo, y que por cierto, tiene el aval de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios colgado de la pared. Dije que quería hacerme una perforación en la nariz y de inmediato me enseñaron los modelos. Costaba 250 pesos, con todo y el arete y el muchacho hacía un cálculo de las dimensiones de tu rostro para saber exactamente dónde ponerlo. La terminación de la ceja era un margen clave.

Me armé de valor y dije "ahora o nunca". Pasé a una especie de "consultorio", en donde me enseñaron una aguja esterilizada, muy gruesa, que atravesaría la piel de mi nariz hasta juntarse con los pelos de mi fosa nasal derecha. No me dolió mucho. Salió un poco de sangre y una lágrima de mi ojo y ya tenía el arete puesto.


Dos semanas después, mi hermana , que estudia en Helsinki, me contactó por Skype. Mi mamá rondaba la computadora en ese momento y gritó que me habia hecho un piercing, lo que me hizo acercar mi nariz a la cámara web para que mi hermana pudiera verla desde el otro lado del mundo. "¿Qué, te sientes adolescente?", dijo mi hermana en tono burlón, sin llegar a ser un comentario ofensivo. La pregunta quedó rondando en mi mente. "¿Me siento adolescente?", por supuesto que no. Pero supongo que hacerse un piercing es una actividad relacionada más con gente más joven que yo.

Salvo a un viaje que me mandó el periódico a Estocolmo por 4 días, yo no conozco Europa. Una vez, vacacionando en las playas nayaritas, mi novio dijo que si no fuiste a Europa a los 18 años, después no la vas a disfrutar igual. Quizás tenga razón, pero relaciono su comentario con el del piercing. ¿Es más valioso hacerse un piercing en la adolescencia que a los veintitantos? El más vale tarde que nunca pierde todo sentido...

Me resisto a creer en los límites de tiempo con los que tengo que lidiar todos los días en el periódico, los deadlines para entregar mis notas. "¿Cuándo te casas?", me preguntan con frecuencia, haciendo más alusión a mi edad que a mi relación amorosa. A lo mejor llego soltera a mis 40 años y entonces se me ocurre casarme. "¿Qué, te sientes veinteañera?", sería la pregunta obvia.




2 comentarios:

  1. El creer que uno es viejo para hacer cierto tipo de actividades es parte de "lo que dice la gente" (la sociedad), pero creo que nunca es tarde para hacer un chorro de cosas locas.

    Sé que ir a Europa no es lo mismo ahora que antes, porque uno ya no aguanta tanto y ya no es ir a emborracharse ahora es ir a conocer, y creo que lo disfrutas de diferente manera, cada cosa a su tiempo, pero se puede vivir de igual forma.

    También en cierto tipo de momentos uno tiene que realizar lo que siempre quiso, apenas fui a un concierto "LAD" y lo disfruté como NUNCA en mi vida, es más fui una adolescente, y muchos juzgan que porque ir a meterte a la bola de gente si ya no eres una quinceañera, pero ¿dónde está entonces la (el) niña (o)que llevas dentro?

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  2. Quiero aclarar mis dichos sobre el disfrute de Europa...dije no lo harás igual, que no excluye como tal la posibilidad de pasarlo bien o aprovechar el tiempo. Nada se disfruta igual hoy que ayer o mañana, incluso hace un año que fuimos a ver a los Fabulosos Cadillacs los día 3 y 4 de noviembre vimos exactamente el mismo show un día y el otro y la experiencia no fue igual.

    Definitivamente el ponerse el arete no tiene que ver con la adolescencia o la adultez...la cosa es no privarse de las experiencias. Es increíble cuantas cosas que nos encantan dejamos de hacer por el simple hecho de asumir roles sociales. A veces ni siquiera deseamos dejar de hacer esto o aquello pero conforme nuestros antiguos acompañantes de vida caen en el marasmo de la madurez nos tiramos inevitablemente a crecer (crecer de acuerdo a los parámetros lineales de la mayoría).

    Yo no llevo a ningún niño dentro…más bien sigo siendo yo y espero seguirlo siendo…el más vale tarde que nunca… no creo que aplique, seguramente ya me tardé en aprender a conducir… me tarde en ponerme frenos, en tener novia… todo lo hice tarde, en nada he sido precoz…pero hay mil cosas para las que sigo siendo muy joven, por el simple hecho de que no las he intentado. No veo por que no las vaya a intentar después…a menos que como siempre, como todos, me distraiga con la vida cotidiana y me resigne a que en adelante todo se trata de lo mismo.

    Todo recae en una base de valores llana y muy general…límites amplios y prejuicios nulos. Llamar a las cosas por su nombre...sin invocar a la locura, mucho menos a la moral o la madurez. Nada se ha inventado todo existe y está para cuando lo queramos tomar.

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