sábado, 14 de noviembre de 2009

El niño del tambor


Era diciembre de 2002. Capi nos había insistido en que lo acompañáramos al Centro a comprar un yembe, un tambor africano que se toca con las manos. Una canción de Safri Duo -un grupo danés de música electrónica- que en ese entonces ponían en todas partes, había despertado en la mente de Capi la necesidad de ir a comprar un yembe, el cual pensaba aprender a tocar solo. Por supuesto nunca lo hizo.
El yembe fue el centro de atención uno o dos meses, luego se convertiría en un ornamento más de su recámara, que seguramente utilizó más como buró que como tambor. Un par de años más tarde a Capi le metió en la cabeza que necesitaba una motocicleta. Y dicho y hecho, adquirió una, la cual llevaba a mi casa y me alentaba a manejarla, cosa que nunca pude hacer.
Nosotros íbamos a comprar el yembe o a verlo manejar su moto por el puro gusto de pasar un buen rato entre amigos. Lo mismo era comprar un yembe que ir a su casa a las posadas organizadas por su madre, que más allá de ponernos a cantar la letanía y romper la piñata, nos "invitaba" a rezar junto con otras señoras que como ella, eran muy arraigadas a la fe católica.

Aprovechábamos el invierno para ir a Coyoacán a comprar regalos navideños, hippies pero baratos, alcanzables para estudiantes universitarios a los que no les importaba regalarle un troll de pelo naranja a su mamá o comprar un "atrapasueños" o un cuarzo como regalos de intercambio.

No sé qué pasó con el yembe o con la moto. Tampoco sé muy bien qué pasó con un perro que Capi tuvo después de la motocicleta y que al igual que los otros dos artículos, captó la atención en casa de Capi por algunos meses, quizás un par de años. Desde esos momentos en los que cualquier pretexto era bueno para verse -podía llamar un miércoles a mi casa para que mi hermana y yo fuéramos a disfrutar de la chimenea de su casa o llevarme a desayunar después de entrenar volibol- los encuentros se hicieron más complicados, más pausados.

La última vez que lo vi fue hace un mes, el día de su boda. Me dio gusto verlo tan contento, embobado en su esposa, bailando, brindando, pensando en su vida por delante, y en sus recuerdos con ella, que destellaban en un video que se proyectó a la mitad de la fiesta. Imágenes de los novios desde 2003.

Él sonreía, besaba a su esposa, reflexionaba al lado de sus padres y suegros. Ignoro cuántas cosas se le habrán venido a la mente ese día. En la mía estaba clara la imagen de diciembre de hace ocho años, cuando por el puro gusto de vernos, fuimos al Centro a comprar un yembe.

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